Calidad del aire en lugares cerrados

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Muchos de nosotros pasamos hasta el 90 % del día en lugares cerrados: en casa, en el trabajo o en la escuela. La calidad del aire en espacios cerrados que respiramos  también tiene un efecto directo en nuestra salud. ¿Qué determina la calidad del aire interior? ¿Existe una diferencia entre contaminantes del aire interior y exterior? ¿Cómo podemos mejorar la calidad del aire interior?
A muchos nos sorprenderá oír que el aire en una calle urbana con una densidad de tráfico media puede ser más limpio que el aire que respiramos en nuestra sala de estar. Recientes estudios indican que en los espacios cerrados puede haber concentraciones más altas de contaminantes atmosféricos dañinos que en el exterior. En el pasado se prestaba bastante menos atención a la contaminación del aire interior que la contaminación atmosférica exterior, centrándose sobre todo en la contaminación exterior causada por las emisiones industriales y del transporte. Sin embargo, en los últimos años se han puesto de manifiesto las amenazas que comporta la contaminación del aire interior.
Imagine una casa recién pintada, decorada con muebles nuevos… O un lugar de trabajo con un olor penetrante a productos de limpieza… La calidad del aire en nuestros hogares, lugares de trabajo u otros espacios públicos varía considerablemente, en función del material utilizado para construirlos y limpiarlos, y de la finalidad del lugar, así como de la manera en que lo utilizamos y ventilamos.
La mala calidad del aire interior puede ser especialmente perjudicial para grupos vulnerables como los niños, los ancianos y las personas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias crónicas como el asma.
Entre los principales contaminantes del aire interior se encuentran el radón (un gas radioactivo que se forma en el suelo), el humo de tabaco, los gases o partículas de combustibles quemados, los productos químicos y los alérgenos. El monóxido de carbono, los dióxidos de nitrógeno, las partículas y los compuestos orgánicos volátiles pueden encontrarse tanto en el interior como en el exterior.

Las medidas políticas pueden ayudar

Algunos contaminantes del aire interior y sus impactos sobre la salud se conocen mejor y son objeto de mayor atención pública que otros. La prohibición de fumar en los espacios públicos es uno de ellos.

En muchos países, la prohibición de fumar en diversos lugares públicos fue muy controvertida antes de que se legislara en la materia. Por ejemplo, en enero de 2006, a los pocos días de entrar en vigor la prohibición de fumar en España, ya había un creciente movimiento que reivindicaba lo que muchos consideraban su derecho a fumar en lugares públicos cerrados. Sin embargo, la prohibición también provocó una mayor sensibilización del público. En los días siguientes a su entrada en vigor, 25 000 españoles al día consultaron al médico sobre cómo dejar de fumar.

La percepción del público ha cambiado mucho en la cuestión de fumar en los espacios públicos y en el transporte público. En la década de 1980, muchas compañías aéreas introdujeron la prohibición de fumar en los vuelos de corta distancia y, en la década de 1990, en los vuelos de larga distancia. Ahora en Europa es impensable permitir que los no fumadores se vean expuestos al humo ajeno en el transporte público.

Hoy en día, muchos países, incluidos los países del Espacio Económico Europeo, tienen algún tipo de legislación que limita o prohíbe fumar en espacios públicos cerrados. Después de una serie de resoluciones y recomendaciones no vinculantes, en 2009 la Unión Europea también adoptó una resolución en la que pedía a los Estados miembros que promulgaran y aplicaran leyes para proteger plenamente a sus ciudadanos de la exposición al humo de tabaco ambiental.

Las prohibiciones de fumar parecen haber mejorado la calidad del aire interior. Los contaminantes del humo de tabaco ambiental están disminuyendo en los lugares públicos. Por ejemplo, en Irlanda, las mediciones en de contaminantes atmosféricos en lugares públicos de Dublín, antes y después de la introducción de una prohibición de fumar, evidenciaron descensos de hasta el 88 % de algunos contaminantes atmosféricos encontrados en el humo de tabaco ambiental.

Como sucede con los contaminantes exteriores, los efectos de los contaminantes atmosféricos en espacios cerrados no se limitan a nuestra salud. También tienen un elevado coste económico. Se calcula que la mera exposición al humo de tabaco ambiental en los lugares de trabajo de la UE en superó en 2008 los 1 300 millones de euros en gastos médicos directos, y los 1.100 millones de euros en gastos indirectos relacionados con la pérdida de productividad.

La contaminación interior es mucho más que solo el tabaco

Fumar no es la única fuente de contaminación atmosférica interior. Según Erik Lebret, del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente (RIVM) de los Países Bajos: «La contaminación atmosférica no se detiene delante de la puerta de casa. La mayoría de los contaminantes exteriores entran en nuestra casas, donde pasamos la mayor parte del tiempo. La calidad del aire interior se ve afectada por muchos otros factores, como la preparación de comidas, las estufas de leña, las velas o el incienso, el uso de productos de consumo como ceras y abrillantadores para limpiar las superficies, los materiales de construcción como el formaldehído en el contrachapado, y los pirorretardantes en muchos materiales. Y a todo eso hay que sumar el radón procedente del suelo y de los materiales de construcción».
Los países europeos intentan hacer frente a algunas de estas fuentes de contaminación atmosférica interior. Según Lebret: «Intentamos sustituir las sustancias más tóxicas por otras menos tóxicas o encontrar procesos que reduzcan las emisiones, como en el caso de las emisiones de formaldehído procedentes de la madera contrachapada. Otro ejemplo es la reducción de determinados materiales que emiten radón, utilizados en la construcción de paredes. Estos materiales se utilizaban antes, pero su uso se ha ido reduciendo».
Aprobar leyes no es la única manera de mejorar la calidad del aire que respiramos; todos podemos tomar medidas para controlar y reducir las partículas en suspensión y los productos químicos en los espacios interiores.
Pequeñas acciones, como ventilar los espacios cerrados, pueden ayudar a mejorar la calidad del aire a nuestro alrededor. Sin embargo, algunas acciones bien intencionadas pueden resultar contraproducentes. Lebret propone lo siguiente: «Deberíamos ventilar, pero no ventilar excesivamente, puesto que ello supone una considerable pérdida de energía, que requiere más calefacción y provoca un mayor consumo de combustibles fósiles, y por consiguiente una mayor contaminación atmosférica. Se trata de hacer un uso más sensato de nuestros recursos en general».
Fuente: Agencia Europea del Medio Ambiente

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